¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno escuras?
¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras
pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío
si de mi ingratitud el yelo frío
secó las llagas de tus plantas puras!
Cuántas veces el ángel me decía:
¡Alma, asómate agora a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía!
¡y cuántas, hermosura soberana:
Mañana le abriremos -respondía-
para lo mismo responder mañana!
Lope de Vega, Rimas sacras. Primera Parte; Soneto XVIII, Madrid, 1614.
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