Llamado al fin por el amor eterno
Dejaré para siempre el de las cosas,
Y llegaré por sendas silenciosas
Hasta la dicha del umbral paterno.
Pero ante el mármol que en la puerta pura
Brillará con la luz de una sonrisa
Me faltará la decisión precisa
Para pisar su cándida hermosura.
Tan misteriosamente sobrehumanos
Serán los rayos de su refulgencia
Que temeré grabar en su inocencia
La huella impura de mis pies humanos.
Frente al umbral de la mansión segura
Me quedaré callado y pensativo,
Sin valor para el paso decisivo
Ni para desandar la noche obscura
Pero por los resquicios de la puerta
Saldrán destellos de celeste gozo
Que con la viva luz de su alborozo
Conmoverán mi voluntad incierta.
Y desde el fondo del asilo santo
Llegarán poco a poco a mis oídos
Voces que con sus plácidos sonidos
Me llamarán a compartir su canto.
La compasión con que su sentimiento
Hará mas leves mis tinieblas duras
Hablará de lejanas criaturas
Que aliviaron mis noches con su acento.
Y el dulce amor con que sus notas pías
Me llamarán desde la eterna gloria
Despertará cantando en mi memoria
El que una vez iluminó mis días.
Pero su afán ya no estará sujeto
Como antaño a las leyes de este mundo,
Y será más verídico y profundo
Y mucho más recóndito y secreto.
Su ternura sin manos y sin horas
Buscará mis potencias y sentido,
Y su piedad sin pecho y sin latidos
Me prestará sus fuerzas redentoras.
Sentiré que su ardor extraordinario
Inflamará mi corazón adusto
Con el valor estrictamente justo
Para el acto supremo y necesario.
Y con el ser gloriosamente vivo
Pondré mi pie sobre el umbral eterno,
Para gozar en el umbral paterno
La dicha del amor definitivo.
F. L. Bernárdez, El Arca, Ed. Losada, 1953.
Realmente profundo, bello y esclareceder. Acerca al alma al conocimiento de su destino de amor. Aníma a esperar con esperanza y paciencia gozosa aquél momento supremo, pleno y realizador.
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