¡Tus oraciones son más osadas
que todas las montañas de los pensadores!
Las tiendes como puentes hacia lo que no tiene orillas;
las haces remontarse como águilas a regiones de vértigo.
Las envías como bajeles a mares desconocidos,
como grandes navíos a soledades nebulosas.
El mundo se estremece ante tus manos juntas,
y tiembla ante el fervor de tus rodillas.
Mueve el miedo sus labios a la burla,
y se encierra con llave en los aposentos de su duda,
Pues tú lo entregas a la eternidad mientras aún vive,
y haces que, antes de pasar, se marchiten sus años:
¡He aquí que los caminos que salen de tu boca
son caminos al mas allá,
y a donde llega tu alma, allí está el fin de toda criatura!
¡Pero tú vuelves del desierto engalanada;
tornas esclarecida de entre las alas de la noche!
Resurges viva del abismo,
y del silencio eterno tornas escuchada.
Vuelves del aniquilamiento con vigor renovado,
y de lo invisible con tu misma hermosura.
Gerturd Von Le Fort, Himnos a la Iglesia, Ed. Encuentro, 1995,
que todas las montañas de los pensadores!
Las tiendes como puentes hacia lo que no tiene orillas;
las haces remontarse como águilas a regiones de vértigo.
Las envías como bajeles a mares desconocidos,
como grandes navíos a soledades nebulosas.
El mundo se estremece ante tus manos juntas,
y tiembla ante el fervor de tus rodillas.
Mueve el miedo sus labios a la burla,
y se encierra con llave en los aposentos de su duda,
Pues tú lo entregas a la eternidad mientras aún vive,
y haces que, antes de pasar, se marchiten sus años:
¡He aquí que los caminos que salen de tu boca
son caminos al mas allá,
y a donde llega tu alma, allí está el fin de toda criatura!
¡Pero tú vuelves del desierto engalanada;
tornas esclarecida de entre las alas de la noche!
Resurges viva del abismo,
y del silencio eterno tornas escuchada.
Vuelves del aniquilamiento con vigor renovado,
y de lo invisible con tu misma hermosura.
Gerturd Von Le Fort, Himnos a la Iglesia, Ed. Encuentro, 1995,
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