lunes, 30 de noviembre de 2009

Eucatástrofe (es continuación de "La decadencia", v. más abajo)




Memoria en su agonía
a los recuerdos acudió,
y de la misma tierra mía
un gran coro suscitó:

La memoria de los Santos,
el recuerdo de los héroes,
de los sabios, y el de tantos
honrados y prudentes.

(Tierra aquella donde enterrado,
de sus hijos, el cuerpo no reposa:
antes bien, como sagrada cosa,
al Mañana dio en prenda el Pasado.)

Urgida por un estímulo tal,
Esperanza despertó a su gente:
Prudencia primero, ante la cual
el surco se abrió limpio y diferente.

Luego Justicia, que sin dudar
avanzó, y mandó sin jactancia:
“Póngase cada cosa en su lugar;
con el mal no hay tolerancia.”

Siendo Justicia respetada,
Paz vino y a Concordia trajo.
En un lugar tal hubo cada
vez, más y mejor Trabajo.

En esa tierra, con Paciencia
a los vicios se los corrió bastante,
aunque, en verdad, sin Eficiencia.
Igual, vivir volvió a ser fascinante


El Portero, "De quejas y otras cuestiones del Estilo", Montevideo, 2007
Imagen: Van Gogh, Mies y Cipres.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Que el Cielo les caiga sobre la cabeza


– Pascal continuó: -…Todo eso está muy claro. Pero por más que todo el mundo admita con razón la existencia del Absoluto, no todo el mundo admite la existencia de un absoluto que sea Dios. ¿Cómo va a pasar usted ahora a la existencia de Dios?
– Este será el cuarto tiempo. Se trata de optar entre lo Absoluto no Dios y lo Absoluto Dios. Ahora bien, cuando observo el mundo, me parece encontrar en él características de contingencia: por ejemplo, las grandes constantes físicas universales. ¿Por qué todos estos números en vez de otros? Yo encuentro mucho más plausible que un mundo así sea el efecto de una opción que el resultado de un despliegue necesario.
– Le dirán que es el azar.
– Todas esas “decisiones” convergen a hacer posibles la existencia de la vida y de la vida personal. Bastaría una variación mínima, por ejemplo, de la constante de gravitación y la vida no existiría. ¿Por qué es así? Me parece racional pensar simplemente que la materia está regulada en función de la vida por venir.
– Le responderán también que esa regulación de la materia es fruto del azar, como la vida.
– Personalmente, no lo creo en absoluto. El concepto de azar encierra la idea de una no coordinación de diversas causas. Ahora bien, el mundo viviente manifiesta, sin duda posible alguna, una coordinación entre evoluciones y hechos que la posición del azar obligaría a creer independientes. Observe por ejemplo los instintos de los animales, sobre todo los que son más mecánicos, como los insectos. Vea el ejemplo de la esfexa que da Bergson, en la evolución creadora, y que hace tres picaduras paralizantes exactamente en los tres centros nerviosos del grillo donde va a poner sus huevos, y al que jamás ha visto antes. Eso quiere decir que, de una u otra manera, la anatomía de la especia parasitada estaría codificada con gran precisión en los genes del insecto parásito. ¿Cómo hace usted para no ver en ello la coordinación?
– Le dirán, Guitton, que sigue siendo siempre el azar.
– Pero toda la naturaleza es así. Los instintos de las aves migratorias, la estructura de la corteza, el código genético… Todo eso es asombroso. Si usted gana una vez la lotería, se dice: es el azar. Si gana dos o tres veces, se dice que tiene una suerte loca. Si gana todos los domingos, ya nadie cree. Todos piensan que usted hace alguna trampa y terminará en prisión.
– ¿Y cómo explica usted que haya gente que sigue creyendo?
– Yo no lo sé, pregúnteles a ellos.
– Es a usted a quien se lo pregunto, Guitton.
– Le diré que son como los antiguos galos. Temen que el cielo les caiga sobre la cabeza.”

(Jean Guitton, Mi testamento filosófico, Ed. Sudamericana, Bs. As., 3ª Ed., 1999).
Imagen: La Escuela de Atenas, Rafael

lunes, 2 de noviembre de 2009

El Rosario


El altar de la Virgen se ilumina,
y ante él de hinojos la devota gente
su plegaria deshoja lentamente
en la inefable calma vespertina.

Rítmica, mansa, la oración camina
con la dulce cadencia persistente
con que deshace el surtidor la fuente,
con que la brisa la hojarasca inclina.

Tú, que esta amable devoción supones
monótona y cansada, y no la rezas,
porque siempre repite iguales sones;

Tú no entiendes de amores ni tristezas.
¿Qué pobre se cansó de pedir dones?
¿Qué enamorado de decir ternezas?


Soneto de Enrique Menéndez y Pelayo (1861-1920)
Imagen: Capilla de Ischillin, Fernando Fader