Celebro la grandeza de las cosas pequeñas;
de las cosas triviales, sencillas, hogareñas.
Quisiera que este verso fuera un canto de gesta
que exalte las hazañas de la gente modesta.
Quisiera que este verso fuera un himno discreto
que exalte al hombre medio, responsable y concreto.
Quisiera que este verso resulte una balada
que exalte al hombre honrado y a la mujer honrada.
Celebro la batalla de apariencia anodina
que se libra en los campos de la diaria rutina.
Celebro el desenlace de aquellas aventuras
vividas al amparo de existencias oscuras.
Celebro los minutos, los heroicos minutos,
donde juegan ocultos corajes diminutos.
Celebro a tanta gente que empieza la jornada
levantándose alegre en plena madrugada.
Celebro ese gobierno que ejercen las mujeres
que los formularios definen: sus quehaceres.
Gobierno que se inicia cuando encienden puntuales
en sus casas dormidas los fuegos matinales.
Celebro los aromas que inundan la cocina:
celebro la fragancia del café y de la harina.
Celebro cada gesto, celebro cada frase,
preparando los hijos cuando salen a clase:
Que ajustar la corbata, que observar los detalles,
recomendar cuidado para cruzar las calles.
Y celebro a los chicos con delantales blancos
cuando escuchan atentos sentados en sus bancos.
(…)
Extraído de Las Cosas, de Juan Luis Gallardo, Ed. Baesa, 1978.
Imagen: L'angelus, de Jean-Francois Millet.
de las cosas triviales, sencillas, hogareñas.
Quisiera que este verso fuera un canto de gesta
que exalte las hazañas de la gente modesta.
Quisiera que este verso fuera un himno discreto
que exalte al hombre medio, responsable y concreto.
Quisiera que este verso resulte una balada
que exalte al hombre honrado y a la mujer honrada.
Celebro la batalla de apariencia anodina
que se libra en los campos de la diaria rutina.
Celebro el desenlace de aquellas aventuras
vividas al amparo de existencias oscuras.
Celebro los minutos, los heroicos minutos,
donde juegan ocultos corajes diminutos.
Celebro a tanta gente que empieza la jornada
levantándose alegre en plena madrugada.
Celebro ese gobierno que ejercen las mujeres
que los formularios definen: sus quehaceres.
Gobierno que se inicia cuando encienden puntuales
en sus casas dormidas los fuegos matinales.
Celebro los aromas que inundan la cocina:
celebro la fragancia del café y de la harina.
Celebro cada gesto, celebro cada frase,
preparando los hijos cuando salen a clase:
Que ajustar la corbata, que observar los detalles,
recomendar cuidado para cruzar las calles.
Y celebro a los chicos con delantales blancos
cuando escuchan atentos sentados en sus bancos.
(…)
Extraído de Las Cosas, de Juan Luis Gallardo, Ed. Baesa, 1978.
Imagen: L'angelus, de Jean-Francois Millet.
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